27/04/2009
Teresa Mollá Castells
Estamos finalizando el mes de abril y ya somos dieciocho mujeres menos, dieciocho voces menos. Y somos menos porque a las que faltan, las han matado. Y las han matado, por eso, por ser mujeres. Anoche, en un programa de televisión de máxima audiencia, apareció una mujer joven y conocida por haber ganado un concurso de belleza hace unos años, contando su experiencia con su actual pareja, a la que ha denunciado por malos tratos. De nuevo se hizo espectáculo con este tema. A esta mujer, los periodistas le preguntaron todo tipo de detalles sobre la agresión a los que ella fue respondiendo sin ningún pudor, sin pensar que ya han perdido la vida casi veinte mujeres en lo que va de año.He observado que hay una tendencia a calificar del mismo modo las agresiones que las mujeres recibimos a las que reciben los hombres y eso da alas a los misóginos que los son y a los que se suman a este carro del desprecio a las mujeres.
Esta mujer, anoche confesó que le dio un par de bofetadas a su pareja y que después él la agredió a ella. A partir de ese momento, ella misma consideró que era lo mismo que un hombre agrediera a una mujer que al revés. Los mensajes descalificatorios hacía las mujeres no dejaron de sucederse a lo largo de todo el programa.Y es que parece que cuando tocas alguno de los privilegios tradicionalmente masculinos como lo era el hecho de que se justificara socialmente la violencia machista, se revuelve la esencia misma del sistema androcéntrico y se consigue que haya una imperiosa necesidad de descalificar los sistemas de protección que se han tomado y, por supuesto de continuar negando la necesidad de las acciones positivas que, de cara a quienes estamos en peores condiciones, se hayan tomado por parte del legislador. El caso que he contado sobre el programa de anoche es sólo un botón de muestra, pero hay otros ejemplos.
Hace unos meses impartiendo un curso sobre la LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, me encontré en una situación un tanto disparatada. Resulta que principalmente los alumnos del curso, aunque también algunas alumnas, se empeñaron en señalar la necesidad de la igualdad con respecto de las agresiones que sufrían los hombres, sin entender (o querer entender) el origen de este fenómeno.
Y justo después ese debate, se inició otro en el que se argumentaba que muchas de las denuncias que se interponían eran invenciones de las propias mujeres y que por lo tanto la Ley se tenía que modificar.
Soy de las que piensan que se está haciendo un esfuerzo titánico en formar a muchos grupos de personas en este tema, que la ley se explica por activa y por pasiva, que los medios de comunicación (algunos) hacen también u aportación en mejorar la forma en que se tratan este tipo de noticias, pero no encuentro ninguna explicación a estos debates paralelos como el que se produjo anoche, en el que por una parte se defiende la necesidad de protección para las personas más vulnerables, pero al mismo tiempo se insiste en descalificar esas medidas protectoras por ser desiguales para hombres y para mujeres.
Y yo me pregunto, ¿Cómo habrá que explicar que partimos de una situación de desigualdad histórica puesto que a quienes han matado, violado y golpeado ha sido a las mujeres y que por eso se ha aprobado una ley de medidas de protección precisamente para ese colectivo inmensamente mayoritario?Y es que parece que cuando se trata de mejorar la situación de las mujeres, por doquier saltan las alarmas y surgen las necesidades de demonizar esas medidas y de hacer que la excepción sea la norma con tal de que no desaparezcan esas situaciones de superioridad que nuestras sociedades han otorgado a los hombres.
Afortunadamente para toda la sociedad, cada día son más los hombres que se cuestionan este tipo de cosas y que se unen a estas luchas que iniciamos las mujeres y apoyan las medidas que se toman para proteger a quienes puedan estar expuestas a mayores riesgos. Pero creo que espectáculos como el del programa de televisión de anoche no ayudan en absoluto a que se erradique la violencia ni todos los efectos perniciosos que este tipo de debates sobre la aplicación de la norma tienen sobre el conjunto de personas afectadas.
Las mujeres muertas merecen un respeto a su dolor por parte de quienes pretenden frivolizar con este tema, puesto que además, siguen siendo muchísimas las que sufren cada día en sus carnes los golpes, gritos, arañazos y menosprecio a su propia vida.
A aquellos que pretenden que la igualdad de la norma sea considerada como necesaria, les recordaré que la igualdad real entre mujeres y hombres está todavía por conseguir y que afortunadamente este tipo normas destapan precisamente que el origen de la violencia no es otro que la desigualdad real entre mujeres y hombres. Por tanto, quienes piden igualdad, realmente están reivindicando un sistema de valores misógino, machista y que haga pervivir la desigualdad que, en definitiva es la que les permite dar la primera bofetada a su compañera, esposa, amante…
¿Por qué nadie cuestiona de la misma manera el Código Penal o el Civil? Pero parece que nadie los cuestiona, entre otras cosas porque cuentan con muchos años a su espalda y ya damos por descontado que existen y que nos hemos de regir por ellos, pero ¿una Ley, además Orgánica, que proteja a las mujeres con medidas concretas, y que además reconozca que el fenómeno de la violencia contra las mujeres surge precisamente de una situación de desigualdad? Para algunos eso es demasiado e incluso van más allá y se autoproclaman “discriminados por ser hombres” pese a tener una sentencia en firme como maltratador.
¿A quién beneficia estos debates?, ¿Por qué se siguen empeñando algunos en defender un sistema no igualitario que permita a unos tener privilegios a costa incluso de las vidas de las mujeres? Creo que a los mismos de siempre. A los que no creen en la igualdad de todos los seres humanos en ninguno de sus aspectos.
Pero afortunadamente cada día sumamos más voces masculinas a esta lucha por una sociedad más equitativa, más igualitaria, más solidaria y sin distinciones de ningún tipo. Esas son las complicidades que buscamos, las de aquellos que dicen amarnos pero nos pegan por ser mujer, no nos interesan nada de nada.
Teresa Mollá Castells. Recollido do Boletín Eleusis.net