Hemos podido verlas por las calles, en tejanos o con velo, solas o acompañadas, pero con una gran fuerza en sus rostros y con mucho que decir en la democratización de sus países. La aparición de mujeres en todas las revoluciones del jazmín que se están llevando a cabo desde Túnez a Siria ha sido una sorpresa agradable. Sorpresa porque nadie, ni políticos, ni servicios de información esperaban una eclosión igual y menos con presencia de mujeres (aunque numerosas voces anunciaban cansancio y asfixia) y agradable porque por fin hemos podido oír y ver en directo lo que piensan y sienten. Cuando Occidente pensaba que las mujeres seguían aprisionadas por velos, religión y supeditación a los hombres de su familia, hemos podido alegrarnos al verlas por las calles en tejanos o con velo, solas o acompañadas, pero con una gran fuerza en sus rostros. Han dicho al mundo, en pocas palabras, que ellas también quieren libertad, que se las respete como seres humanos y que tienen mucho que decir en los procesos de democratización de sus países. Han hablado en la calle o a través de redes sociales y esto es solo el inicio. Las primeras en conseguir un dato tangible y positivo, han sido las tunecinas. Serán las primeras, dentro del mundo musulmán en estrenar una democracia paritaria ya que el próximo Parlamento estará formado por un 50% de hombres y otro 50%, por mujeres. Pero también hay que reconocer que eran las que partían de una situación mejor. La Túnez de Habib Burguiba de los años 50 promulgó un estatuto especial a las mujeres otorgándoles una serie de derechos sin precedentes en el mundo árabe. Comenzaron a tener derecho al voto, al divorcio y se prohibió la poligamia. En realidad sus discriminaciones, hoy en día, son más sociales que legales. Tienen acceso a los estudios y una tasa de natalidad de 2,5, pero en cambio viven situaciones de desigualdad en el trabajo, el paro se ceba más con ellas y sufren intensamente la violencia de género. Sus vecinas las libias lo tienen más difícil. En las manifestaciones en la ciudad de Bengasi las vimos alzando su voz pero separadas de los hombres. Otras, murieron en Trípoli asesinadas tras ofrecer agua a los hombres manifestantes, desde las ventanas de su casa, tal como explicaba el diario italiano ‘La República’, y la abogada Iman al Obeidi fue violada por quince miembros de la tropa y acusada de difamar al régimen de Gadafi. La Unión Europea, afortunadamente, salió en su defensa y el periodista del ‘Financial Times’ que intentó ayudarla, fue deportado. Todo eso ocurría mientras el régimen definido por Vargas Llosa como el de una “corrompida satrapía” seguía manteniendo la guardia pretoriana personal de su líder formada por 200 jóvenes vírgenes, que perfectamente formadas y maquilladas le acompañan en todos sus movimientos. Las mujeres egipcias, que ya a principios de siglo XX despuntaban en el movimiento feminista mundial, pero que durante los 30 años de dictadura de Mubarak retrocedieron espectacularmente, se lanzaron a la Plaza Tahir con más fuerza que nadie. Estudiantes (hay un 50% de mujeres en universidades), licenciadas o amas de casa, analfabetas o intelectuales quisieron dejar muy claro que quieren participar en las decisiones de su país. Sin embargo, Amnistía Internacional y el Parlamento Europeo tuvieron que denunciar la tortura de 18 mujeres en la Plaza Tahir, el 9 de marzo, a quienes tras ser golpeadas indiscriminadamente, se les obligó a hacer la prueba de virginidad, bajo la amenaza de que las que no fueran vírgenes serían acusadas de prostitución o la paliza que recibió la periodista de la CBS Sara Logan mientras la desnudaban y atacaban sexualmente. A pesar de la violencia y acoso sexual que sufren habitualmente las mujeres egipcias, reclaman libertad y respeto. No hay que olvidar que en Egipto, en las zonas rurales, más del 60% de las jóvenes son todavía mutiladas genitalmente a pesar de ser teóricamente ilegal. Pero la “auténtica opresión es la intelectual”, tal como afirma la escritora y psiquiatra Nawal El Saadawi. En Yemen, el país más pobre de la zona, las mujeres llevan años protestando cada martes frente al Palacio de Gobierno desde el 2007 pero sin ningún éxito. Afortunadamente, las revueltas del norte de África han conseguido animarlas y a pesar de su nivel educativo bajo y del control de los hombres de su familia, las yemeníes se han lanzado con sus velos de colores chillones a protestar por la falta de libertades, de trabajo, de oportunidades y porque quieren acabar de una vez por todas con la escandalosa tradición de ser compradas a los 12 años para casarse y así su padre poder recibir una importante dote. En líneas generales se sienten asfixiadas, necesitan relacionarse, informarse, cambiar sus vidas. Quizás sea esa la razón por la cual están entusiasmadas con las redes sociales hasta el punto de que grupos de facebook como ‘Soltero en Arabia Saudí’ o ‘Sexo en Bahréin’ están revolucionando los países más conservadores. Hombres y mujeres pueden ahora entablar relaciones a través de sms o de Internet, algo insólito en lugares donde todavía los padres son los que conciertan los matrimonios y en donde se castiga el hecho de flirtear o en los casos más extremos, hablar con el sexo opuesto. Foto: Archivo AmecoPress