UNA LACRA SOCIAL
Machismo asesino: La acumulación de mujeres muertas dispara la indignación
Muchas mujeres denuncian que la agresión es la expresión extrema de una sociedad desigual
12/11/2015
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A Liliana Monsalve Pineda la asesinó su exnovio el pasado 17 de diciembre. El cadáver de esta mujer de 36 años fue descubierto en el interior de un coche en la estación de Renfe de Valdelas fuentes en Alcobendas. Su expareja confesó ser el autor de la muerte. A raíz de su asesinato, se desarrolló el ritual de todos conocido: los titulares de prensa (incluidos esos que dicen “Muere una mujer en Alcobendas…”, como si se hubiera muerto sola); el minuto de silencio en una plaza céntrica; las condenas oficiales; los llamamientos a renovar el compromiso en la lucha contra esta lacra; el recordatorio de que existe un número de teléfono para mujeres víctimas de la violencia machista que es gratuito y no deja rastro en la factura…
Liliana fue, según las estadísticas oficiales, la última asesinada del 2014. Nada de este ritual le sirvió a Teresa Fernández y a su hermana, a las que la expareja de la primera asesinó el 12 de enero en la pedanía de L’Altet (Alicante). Ellas fueron las primeras muertas del 2015. Y es que los cadáveres de mujeres (y a veces de sus hijos) se acumulan sin que parezca que seamos capaces de aprender nada: 48 mujeres y ocho menores asesinados en lo que llevamos de año a manos de hombres que son (ex)parejas, padres o parejas de sus madres. Fuera de esta estadística oficial quedan otro tipo de víctimas, como la hermana de Teresa Fernández.
Y así se ha llegado a un punto en que tanta indignación no cabe en palabras, en que Basta Ya, Ni una Más, Ni una Menos suena a cliché. Como pálido reflejo de este clamor, las decenas de cartas que hemos recibido en Entre Todos y los miles de tuits y posts que han inundado las redes sociales. Opiniones que van más allá del enfado y de la indignación. “Si no hay sangre, no hay noticia, dice el viejo dicho periodístico en inglés; pero si la sangre es de una mujer parece que tampoco lo sea”, ironiza en su carta Marta Mato, escritora de Santa Coloma de Farners. “Muchas veces me he preguntado qué ocurriría si el mismo número de muertes por año en España de mujeres lo fuera de cualquier otro colectivo como policías, bomberos, religiosos, taxistas… La sociedad estaría escandalizada, se removería cielo y tierra para acabar con esa terrible situación. Las medidas tomadas a nivel político parece que no son suficientes puesto que la situación continúa igual de dramática o más”, escribió Luz Fernández, maestra jubilada.
¿HAY ALGUIEN AHÍ?
“Hola. ¿Hay alguien ahí? Nos están matando”, rezaba una pancartaque pudo verse el sábado en la gran manifestación de Madrid, la Marcha #7N contra las Violencias Machistas. Desde la manifestación, cuatro mujeres más fueron asesinadas y ayer otra fue herida de bala en L’Altet (sí, de nuevo esta pedanía de Alicante donde aconteció el primer asesinato del 2015) después de que su exmarido le disparara con una escopeta. El presunto autor, detenido por la policía, tenía una orden de alejamiento. “¿Cuántas mujeres más tendrán que morir para que sus sufrimientos sean escuchados y tenidos en cuenta por la justicia? ¿Qué se quiere demostrar con manifestaciones multitudinarias si estas no sirven para atajar sus muertes, su dolor, su día a día?”, se lamentaba en su escrito Marta Baró, actriz de Barcelona.
Este es un argumento recurrente en esta conversación que es un grito de desgarro: cuántas más hace falta que mueran para que las órdenes de alojamiento realmente sean eso, de alojamiento; para que losjuzgados de violencia de la mujer no sean esos sitios “fríos y donde te hacen sentir fatal, donde casi tienes que implorar que no mientes, que te han pegado de verdad” (Eva Wang, odontóloga de Barcelona); para que se entienda que las denuncias falsas “no llegan al 1%” (Carmen Gracia, socióloga de Rubí). “Cuando no existe voluntad política acaba por no existir voluntad judicial, y así la impunidad se transforma en violencia, en malos tratos y en homicidos y asesinatos”, escribía Vanessa González, abogada del turno de oficio de Barcelona.
El judicial es sin duda uno de los frentes en los que el hartazgo entre las mujeres va más allá de las palabras. Pero no es el único. Hay hartazgo por la equiparación de machismo con feminismo (“El feminismo no busca dividir ni pretende un patriarcado al revés”,Mireia Carbonell, estudiante de Alella). Hay hartazgo por las otras “violencias” que subyacen por debajo de la violencia que asesina (“Hay que ir a la raíz del problema, educando en igualdad desde el nacimiento, controlando la publicidad que se exhibe en los medios de comunicación, considerando las tareas domésticas como un tema de pareja y de familia, no solo femenino, igualando los sueldos, prestigiando y empoderando a la mujer, apostando desde las instituciones por la conciliación, tanto para hombres como para mujeres… Pongámonos todos las pilas, denunciemos situaciones injustas, discriminación, publicidad sexista, pidamos a los gobiernos actuaciones más contundentes y prevención”, prosigue en su carta Luz). Hay hartazgo por los estereotipos, los mitos, los clichés, la “sobre victimización de la víctima» y la «tolerancia social con el agresor” (Carmen Gracia, Rubí).
VÍCTIMAS DE VIOLENCIAS
Y hay hartazgo porque 48 mujeres y ocho menores son demasiadas muertes y no parece que la sociedad esté todo lo alarmada que debería estar. “La violencia hacia la mujer no parece ser un tema importante, y resulta bastante sorprendente, cuando las estadísticas indican que en el 2014 hubo 26.742 denuncias por malos tratos y cada año se denuncian 1.161 violaciones en España. Esto significa que cada día hay 347 denuncias por malos tratos y una violación cada ocho horas. ¿No es alarmante?”, escribía, hace unas semanas Alba Molas, guionista de Tiana, que añadía en su escrito: «Hay una tendencia a tratar los casos de violencia machista por separado, como si fueran casos aislados y particulares, cuando en realidad todos forman parte del mismo mecanismo y del mismo patrón. Y se acostumbra a responsabilizar a las mujeres: no deberías haber ido tan destapada, no deberías haber vuelto sola por la noche, no le deberías haber perdonado…”
Este es el argumento profundo. No se trata de hombres enajenados que en un momento dado pierden el mundo de vista. Se trata de un problema estructural, social (de ahí que desde muchos ámbitos se prefiera el uso de violencia de género a otros como violencia doméstica), del que la violencia física es la última expresión letal. En este sentido Teresa, Gisela, Sandra, Egle, Susana, Hanane, Tamara, Davinia, Francisca e Isabel y todas las demás asesinadas este año, las casi 1.400 mujeres asesinadas desde 1995, fueron víctimas de las violencias machistas, en plural. Que no se entienda esto es realmente de lo que están hartas muchas mujeres. De lo que tendríamos que estar hartos todos.