Me niego a pensar que pueda haber una relación causa-efecto, pero resulta enormemente frustrante el goteo de mujeres asesinadas tras la masiva manifestación de Madrid. Han sido por lo menos cuatro, en apenas 48 horas, las que han muerto a manos de sus parejas o exparejas; y lo peor es que esos crímenes amenazan con robarnos demasiado pronto la euforia, la autoestima colectiva, el espíritu reivindicativo que se respiró el sábado por el centro de Madrid. Pero creo que es precisamente ese espíritu el que debe activarse –y al que debemos invocar- para, al menos, evitar el expolio de esos sentimientos. Sí, porque es demasiado grande lo de Madrid, significa tantas cosas importantes que no pueden quedar arrumbadas a las primeras de cambio.
Seguirán muriendo mujeres; y sufriendo miles y miles –eso por desgracia ya lo sabemos- pero la única vía posible para evitarlo es que germinen movimientos como el que se sembró el sábado en Madrid. Con muchos hombres en la calle, muchísimos; con mucha gente joven, también; y con la convicción de que el feminismo y la igualdad no son manías de cuatro locas que nos dan la lata constantemente… sino que representan la llave del futuro: para las mujeres… y para los hombres. Ahora se trataría, como hoy dice en el ‘Huffington Post’ el catedrático Octavio Salazar, ahora se trataría detransformar esa emoción en compromiso. Si lo conseguimos, estaremos salvados. Si no, seguiremos siendo una sociedad peor; y por lo tanto, peores personas: mala gente.