Deixo unha reflexion de Pilar Aguilar (Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París) feminista radical, como se autodenomina , o que quere dicir, que vai á raiz das cuestións, porque considero que , nos tempos que corren e que nos agardan, é preciso re-pensar:
La primera parte de este artículo ya la había publicado, ahora amplio porque es muy importante no dejarse manipular ni adulterar. Nos quieren dinamitar. No lo conseguirán.
Cómo y cuándo se creó el 8 de marzo
En 1910, en Copenhague, la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, a la que asistían más de 100, procedentes de 17 países, proclamó por unanimidad –a propuesta de Clara Zetkin- el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.
El objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio como reivindicación destacada.
Al año siguiente, 1911, el 25 de marzo, 123 trabajadoras y 23 trabajadores murieron en el incendio de una fábrica de Nueva York. La mayoría de las víctimas eran mujeres inmigrantes de Europa del Este e Italia, muy jóvenes -tenían entre catorce y veintitrés años-. Trabajaban diez horas diarias (los sábados, solo siete, qué generoso el patrón…). No pudieron escapar del incendio porque, en horario laboral, los responsables las encerraban con llave a fin de “prevenir robos”. O sea, una explotación capitalista salvaje y sin contemplaciones, de esas que ahora hemos “deslocalizado” a Bangladesh, por ejemplo.
Día de la Mujer trabajadora
Tan tremendo acontecimiento marcó la historia del 8 de marzo para siempre y puso de relieve la urgencia de poner en primera línea las reivindicaciones laborales. De ahí ese error -que duró años- de llamar al 8 de marzo Día de la mujer trabajadora. Digo error porque a) como clamamos en las manifestaciones: “Queremos empleo, trabajo nos sobra”, o sea, pocas, poquísimas mujeres no trabajan, aunque no sean tantas las remuneradas por ello. b) La lucha de las mujeres no se limita solo al ámbito laboral, concierne la vida personal, la doble jornada, la sexualidad, el uso y abuso de nuestro cuerpo, las imposiciones y restricciones de todo tipo y, por supuesto, la violencia.
La fiesta descafeinada
El movimiento feminista lleva, pues, más de un siglo organizando actos en torno a ese día. Y, concretamente el 8, siempre se celebra una manifestación.
Pero, durante años, a pesar de nuestros esfuerzos, solo las feministas sabíamos que existía el 8 de marzo. Por daros una idea: en Madrid no creo que sobrepasáramos las 3, 4 o 5 mil manifestantes.
Poco a poco, la fecha del 8 de marzo se fue conociendo en círculos más amplios aunque, claro, en una variante descafeinada y adulterada.
Algo del tipo: “¡Fiesta de las mujeres porque son tan cariñosas y guapas!”, “Felicita a tu mejor amiga”, “Regala un ramo de flores a tu madre o a tu novia y agradécele los múltiples servicios prestados”, etc.
A medida que la “fiesta” se expandía, muchos ayuntamientos se fueron apuntando y organizando actividades lúdico-recreativas “adaptadas” a nosotras: talleres de peluquería, maquillaje, macramé… Algunos llegaron incluso a celebrar visitas a salas de Boys y/o misas en honor de vírgenes y santas que, se supone, encarnaban idílicos modelos femeninos… (parece alucinante, pero no me lo estoy inventando).
No renegamos del componente festivo del 8 de marzo, claro que no. Nos alegramos de vernos juntas y celebramos nuestras conquistas -que son muchas-. Pero también y sobre todo proclamamos nuestra determinación de seguir luchando, exponemos las urgencias de nuestra agenda, en qué puntos hemos de concentrar nuestros esfuerzos, cuáles son nuestras exigencias más perentorias…
La fiesta guay de todos, todas y todes
Ahora resulta que se avecina otra maniobra: convertir el 8 de marzo en un totum revolutum. Ya no es el día de las reivindicaciones de las mujeres sino que toma dos sendas.
Fiesta de gays, lesbianas, queer, trans, cis y todo aquel, aquella o aquelle que se sienta o se reivindique “rarito”, “rarita” o rarite. Aquí aclaro: me parece muy bien que otros colectivos nos apoyen en nuestras luchas (las feministas también las hemos apoyado en las suyas). Y me parece estupendo que decidan promover un día de celebraciones de lo que tengan a bien considerar. Pero, oye, que no coincida con el 8 de Marzo, que este ya está adjudicado: es el Día de los Derechos de las mujeres. Y, antes de seguir repito una vez más: yo no voy a levantar las faldas de nadie para ver qué genitales tiene. Si es mujer, el 8 de marzo es suyo.
La izquierda, por su parte, quiere instrumentalizar el vigor del movimiento feminista convirtiendo el 8 de Marzo en Día de la oposición a la derecha. Cierto, el feminismo es un igualitarismo, incompatible en su esencia con una sociedad negrera. Máxime cuando sabemos que estamos en la base de la pirámide de todas las desigualdades y explotaciones. Pero, advertimos: solo si convierten el 1 de Mayo en el día de las reivindicaciones de las mujeres, nosotras convertiremos el 8 de Marzo en el día de los trabajadores. Mientras, no vamos a aceptar vaciarlo de nuestras reivindicaciones específicas antipatriarcales.
El día de los Derechos de las Mujeres
Yo me considero de izquierda radical y sufro mucho viendo como la derecha gana terreno. Hago lo que puedo para evitarlo pero, sin embargo, sé que el feminismo no existe para paliar la incapacidad de movilización de la izquierda. No. Existe para luchar contra las opresiones específicas que sufren las mujeres. Cierto, entre ellas están las derivadas del sistema capitalista (sistema que se ceba especialmente con nosotras) pero no olvidamos que no solo el capital explota a las mujeres. Incluso dejando de lado los casos más salvajes de violencia, sabemos que a las mujeres las explota el obrero que, llegando a casa, pone los pies sobre la mesa y se hace servir por su pareja que ha estado todo el día deslomada haciendo camas en un hotel, por ejemplo. Las explota el “joven progresista” que presiona a su novia para tener relaciones sexuales cómo, dónde y cuándo él quiere. Las explota el “simpático” anciano que paga 30€ a la nigeriana del puticlub para, a cambio, usar su cuerpo. Las explota el “cariñoso” padre de familia que ante la enfermedad de un familiar, se sacude el cuidado alegando: “Hazlo tú, María que yo soy muy sensible y para esto no sirvo”. Las explota el eminente profesor de universidad que las esclaviza y, si puede, las soba, etc. etc.
Conclusión: el 8M es el día de la lucha por los Derechos de las mujeres.
Todos los derechos y, entre ellos -y muy importante- el derecho sobre nuestro cuerpo, el derecho a su no cosificación, su no comercialización. Nuestro derecho al placer, al buen trato. No vamos a renunciar a ello porque, de pronto, nos acusen de dividir al feminismo. Ya tenemos el ejemplo de Clara Campoamor.
Además, es esencialmente imposible que las reivindicaciones feministas dividan al feminismo. Dividen al feminismo de lo que no lo es. Eso sí.